viernes, 13 de noviembre de 2009

2 - parte - Una de historias mágicas


Los minutos pasaban y mi vista se mantenía entretenida, galardonada por un paisaje precioso.

La elegancia flotaba por doquier transportada por un aire suave, de rendija abierta en un dia de primavera.
Note que las piernas me temblaban y que un sudor frio como el hielo me recorría mi paralizado cuerpo.

Cuando por fin pude dar algunos pasos, note que mi cuerpo se fundía en sintonía con aquel lugar. Un ambiente místico envolvía aquel sitio y mis miradas no daban abasto para abarcar toda esa maravilla.

La sala estaba conpuesta por grandes columnas soportadas por una bóveda cuya luz natural se filtraba alumbrando el lugar. A los lados de cada columna habian unas escaleras de caracol que se trenzaban hasta comprender la altura de tres pisos cuyos pasillos amplios estaban repletos de libros.

Llegué a la primera escalera de caracol a mano derecha y pose mi mano izquiera sobre la barandilla. En aquel instante el hierro parecio fundirse dejando paso a humo, un humo azul y consistente que se podia tocar, que podía soportar tu peso, una escalera en dirección al cielo.

Posé mi pie sobre el primer escalon de humo con una sensacion gloriosa, como si de neil armstrong se tratara y con la certeza de ser un heroe, el primer hombre vivo en pisar humo, ¡ en ascender sobre una escalera de humo... y azul!.

Ascendí lentamente, saboreando aquel momento, relamiendome de gozo.

El primer piso se abría en dos direcciones, izquierda y derecha, todo recto y de pared a pared.
Por pura inercia o por impuesto reflejo me aventuré en dirección diestra colocandome a la altura del primer estante de unas tres baras de altura, posiblemente algo más.

Arriba de aquel estante coronaba una bonita placa de oro en la cual había inscrita una fecha: 1995.
Observe los demás estantes a los cuales mi vista lograba alcanzar y divise que en cada uno de ellos residían más placas.

1995 pensé.

En un acto de pura curiosidad, extraje un libro, el primero al que mi mano tendió a alcanzar.

La cubierta era de un rojo granate con el titulo 1995 inscrito en relieve color oro. La tapa era dura y el marca páginas, un hilo color plata, reposaba sobre la primera hoja.

Abrí el libro por esa misma página y un brillo suave y ténue me cegó completamente.
La sensación extraña era a su vez agradable. Me sentí como embriagado por el buen vino, el viejo, el trabajado a base de años.

La luz se desvaneció y me encontré sentado en una mecedora de madera, en una habitacion de no mas de cincuenta metros cuadrados y salpicada por cuatro maletas abiertas..... ¿maletas?, aquello era la habitación de un hotel.... un sitio que yo recordaba bastante bien.

Continuará....

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