miércoles, 19 de noviembre de 2008

De camino sin rumbo al sentir del caminante de ciclo venidero


Mirando el faro espero las respuestas que me alumbren, que me guien por esos parajes extraños de bestias salvajes y destinos no fijados.
Mientras camino observo vidas vividas, no complacidas, arrepentidas, de cabeza gacha, de objetivos no resueltos a base de cobardia no dosificada.
Camino con paso inseguro, pendiente a no equivocarme, equivocandome.
Tropiezo una y otra vez en un camino de piedras traiconeras, lectivas, de empredrada lección.
Lecciones que aprendes con poco interes, a embudo obligatorio de no queda más remedio.
Indice de temarios seguros, de camino señalizado, de rutina numerada y publicada.
Abro la mochila que llevo a mis espaldas, la examino con ojo avisor, supervisando los objetos, los sentimientos que traigo conmigo.
Puedo ver mares, continentes, diccionarios que me ayudan a escoger las mejores palabras, las edecuadas de entre las peores.
Puedo ver mapas en blanco, libretas no escritas de margen torcido y cuadraditos redondos.
Puedo ver corazones varios, diversos entre multiples sentimientos. Corazones encadenados, esposados al conformismo, a la resignación, a la rendición más amarga, al paladar hecho pedazos, al camino que queda por delante.
Veo en el fondo de la mochila los trozos rotos de almas perdidas, sumidas en la más rotunda pena. Almas galardonadas de premios negros. Almas maquilladas de grietas a base de golpes duros de vivencias inolvidables. Almas que caminan sin rumbo propio, guiadas por el destino del viento, de la meta del cajón de los recuerdos.
En el bolsillo de la mochila encuentro los adornos, aquellos que decoraran los momentos, las secuencias de una vida de galeria, de album de estanteria, de fotos recordadas o olvivadas.
En la mochila encuentro montañas con dificultades en los caminos cerrados, en las cuestas de los momentos memorables, de pendientes superables, de las bajadas de bicicleta de verano, de descansos de helado en la hierba.
Camino y ando sin meta planeada, sin inprevisto previsto al ritmo de la regla que dibuja la linea recta de los dias.
Camino y camino encontrandome al sobresalto, al robinson cuotidiano, de compañia viernes, de vida superviviente.

Camino y camino sin saber que encotrarme, que buscar, hacer, sentir, desear, sin saber nada camino y camino, pues en la vida no hay dirección, ni rumbo, ni destino, simplemente dejadme vivirla.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Caminante perdido, de vida escrita.


Caminando entre olivos me planteo planteamientos.
Revovino la mente atrofiada por caídas múltiples de personaje masóca, marchero.
Paseando entre piedras caigo y me vuelvo a caer, tropiezo, me levanto y camino, recaigo.

Me siento debajo de un arbol a leer poesia perdida bajo el sol pobre de la escondida estrella.
Reflcxionado sobre la razón de mi existencia, de la vida, de los planteamientos extraviados, esposados al simplista conformismo, al miedo.

Andando por parajes extraños pensando en volver a casa, a la normalidad de la linea recta, del sobresalto erradicado en las frases del dia a dia, de la vida cotidiana, de la parada constante al ritmo que marca la percusión de las oras, la acústica de los minutos, la eléctrica de los segundos, la música de una vida.

Cantando a los jilqueros me cantan, susurran proyectos futuros del que no existe, imaginado a golpe de tambor, condicionando hechos presentes, puenteando la vida mapeada por caminos seguros, callejeada por calles probables.

Actuo en campos de amapolas, para gente de pulmón limpio, de mente rural, de bullicio no conocido.
Releo y vuelvo a leer las mismas palabras, las toco e imagino al compás del cafe de pueblo, reconstruyo en ese momento mi vivir de ciudad estresada, pensando el volver, sin vida escrita sobre papel, sin guía de caminos predestinados, sin destino probable.

Disfrutando las sorpresas de una tal vida.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Con palabras.


Maltratando las palabras que suenan en los ojos de los que leen.

Oyendo comentarios de la gente que abandona sus palabras.

Cárceles prohibidas de escritor único, de protagonista leido.

Desayuno rutina a golpes de inspiración perdida.
Inspiración que busco en paradas de trenes, en aceras encharcadas por el paso de la lluvia, en los paisajes del enero blanco y de bufanda serpentina, en las playas agosteras de bullicio veranero y lorenzo incontrolado.

Busco las palabras en los vestidos verdes de los árboles, en las velas apagadas de noche romántica y trabajo terminado.

Tecleo a golpe de martillo las palabras. Las imprimo en piedra maciza de duración indefinida. Rompo los esquemas de las letras jugando a ser figurante, poeta de carretera, de café frio, de taverna whiskera, de mundo definido.

Juego con las palabras al són de la canción manolera, al rítmo del balón pataleado, al compás de la peonza en carretera.

Escribo sin saber que escribo, pues la imaginación es la que vuela. Vuela como los pajaros, como las ojas en otoño y el ciprés desnudo.

Acompaño a las palabras que me guían por caminos confundidos, escondidos entre rosas rojas y blancas. Las acompaño bordeando el camino, esquivando los ojos que me hagan bajar la mirada, intentando rodear mis recuerdos para no llegar a pensamientos viajeros de trenes nocturnos.

Imagino palabras futuras haciendo barcos de papel, lanzandolos al mar, desaciendome en el barro.

Topandome con palabras en ramblas transitadas las esquivo, escojo las mejores en un mar bravo, de poca calma y de oleaje narrativo.
En andenes de farolillo tivio alumbro ideas, las escribo a pluma palomera, de tinta negra de calamar marinero.

Corrijo mis palabras a boli rojo farolero, avisando de errores veraneros a lapiz de goma facil.

Cierro los escritos con un adios retornero de ideas matutinas e impresión nocturna al girar del reloj latiguero.

Subastando las palabras a postores lectores de facciones olvidadas y de nombres mujeriegos.

Comprando imaginaciones con cheques palabreros de poca importancia.
Haciendo leer locuras con embudos de textos y recompensa comentarista.

Pensando en palabras que pasean por la mente, que se encuentran en campos de amarillo maiz dulcero, en las nubes de feria rosa, en la azucar blanca de tus labios, en la consciencia de quien escribe sin ser reconocido. En lo dulce de la vida.

Fin de quien escribe buscando palabras perdidas que encuentra en cualquier sitio y fotografía en todos lados.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Crónicas 2853 - 2 parte


El tren paró en seco en la segunda parada de mi trayecto.
Preh-station se abría camíno más allá de las ventanillas de aquel vagón.
El día fuera se presentaba nublado y parecía ser que la lluvia ese lunes iba a descargar con fuerza en el mundo prehistórico.
Preh-station era una de mis paradas favoritas. La luz pura se filtraba radiante por la ventanilla y el paisaje se convertía en un deleite para los ojos.
Los historiadores bajaron del vagón. Sus trajes ópticos les permitían ser invisibles a la vista de nuestros milenarios antepasados.
Siempre invisibles y prohibido tocar más de lo necesario. Era una de las máximas de las personas que desenbarcaban allí con el objetivo de estudiar e investigar todo lo que aconteció en aquel tiempo pasado. Tocar algo importante podría suponer cambiar el pasado, es decir, el futuro.
Al mismo tiempo que aquellas personas bajaron otras tantas subieron.
Me llamó la atención una de las personas que montaron en el vagón. Como si de una mochila se tratare, llevaba a sus espaldas un gran cuerno, a mi suponer, de Mamut.
El hombrecillo, mas que hombretón por su enquencle y reducida estatura, permaneció de pie sosteniendo estre sus finas manos un libro.
La buena salud de mi vista y la corta distancia que me separaba del historiador, me permitió ver el título ; "Un moderno en pais viejo".
Parecía interesante.
Antaño cuando me enfrente a la decisión de elegir profesión, me rondó por la mente estudiar historia. Tarde varias semanas en apartar esa idea de mi cabeza al mismo tiempo que me convencia de que hacía lo correcto. A modo de apunte diré que aún me sigo convenciendo.
Las puertas se cerraron y el tren prosiguió su marcha a la velocidad del correcaminos en sus mejores episodios.

Mi mente desconecto y dejé que el tren con el resto de la tripulación llegasen a la siguiente parada.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Crónicas 2853


A continuación voy a comenzar una historia que se completará a traves de varios artículos siendo este el primero de todos.


La luz de una persiana mal cerrada me despertó aquella mañana. El frio me recorría todo el cuerpo y tan solo deseaba llegar a la cocina para tomar algo caliente.
El cafe me sentó como un puñal en el estómago, pero era lo unico que en aquella época del año me despertaba de la profunda inópia de unas mañanas criminales.
Con el dolor de estomago, el buen humor que acompaña a una mañana interesante y con un frio sobrino del siberiano me dirigí a la ducha.
Ahorraré el insulto recitado al salir de ella.

Llegué a la estación abrigado hasta las trancas con el único deseo de subir al tren los más rapido posible.
Por el semblante de la gente supuse que más de una persona maldecia en sus adentros la impuntualidad del siempre puntual transporte público. Perdonen si he estado demasiado irónico, no era mi intención.

El tren llegó con diez minutos de retraso, tiempo suficiente para viajar con un vagón enfermo de estrés y poseído por la lujuría de la crítica de boca pequeña.
Como cada día me coloque en el primer asiento justo al lado de la puerta de salida.
Mis ojos estaban concentrados en el paisaje rápido cuando un hombre me interrumpio para ofrecerme un periódico gratuito. Lo rechacé y opte por un dia desinformado...... sumenle los cinco días anteriores.

La primera parada era Rex station.
Rex station se remontaba millones y millones de años en el pasado.
En esa parada se bajaban la mayoria de científicos que cada día trabajaban en la investigación de nuestros antepasados saurios.

Las puertas se cerraron y continuó el trayecto.
En ese momento entró un individuo con un pequeño velociraptor entre sus brazos.
El hombre vestia pantalones bombachos, camisa marrón acompañado de un chaleco negro y una bufanda naranja. Curiosamente carecía de calzado, hecho que sustituía por unos calcetines negros hasta las rodillas.

El simple hecho de observarlo se tradujo en los minutos que tardo el tren en llegar a la siguiente parada.

Conntinuará.