martes, 2 de noviembre de 2010

El escrito realista de una cuchara que canta


Locos y con una borrachera de adrenalina nos pusimos nuestras mejores galas, pantalones de colores, pajaritas fosforitas y mocasines naranjas. Con unos tupés extravagantes y la poses de unos campeones, bajamos como una exhalación las escaleras de dos en dos, de cuatro en cinco y sumandole ocho mas ilusiones.

La calle estaba repleta de personajes locos que corrian hacia el metro, todos entonando la misma canción, el mismo himno de un bals loco.
El tren era una cantina de manos alzadas al baile de las bufandas de colores. Adoraba aquellos tiempos adrenalínicos de cerveza en mano e inconsciencia refleja donde los actos nos caracterizaban.

Los conciertos de la gran ciudad nos esperaban, la sangre iba a convertirse en alcohol y en ilusión no nos ganaba ni la mejor mano.
La salida de la tercera avenida nos escupió en masa y la nose cuantas maratón de invierno comenzó acompañada de chillidos, de saltos en el aire y de sonrisas poco maduras a la vez que juveniles.

Llegamos al concierto y cada uno cogió su sitio, nos aferramos a cada metro sin necesitar ni al cuadrado y la cuchara cantante con la sopa de acompañante empezó con la canción llamada pasta mientras algunos ya estaban hechos caldo.
A la batería el tenedor, al bajo el cuchillo y a la guitarra la servilleta.
La primera canción alborotó a los más efusivos, mientras que a lo más apagados la cerveza se ocupaba de encenderlos.

Los cánticos envolvían el ambiente y las melenas flotaban en el aire.
En realidad odiaba a ese grupo cuberteria, pero el ambiente me hacía sentir vivo, me convertía en fan ficticio, en el personaje de tupé por una noche, de peine en el bolsillo y poster de habitación rokero.

Era un gigante y lo sabia, aquella noche el mundo era mio, o mejor dicho, en aquel mundo la noche era de todos.

Los piratas en sus carros aparecieron en mitad del concierto con sus bocinas cantantes, las ruedas chirriantes y la musica en cassete de aquella época loca de locos constantes.
El concierto acabó y nadie volvió andando a casa, todos volvimos corriendo a nuestras chozas.
Aquella noche nadie se puso pijama, aquella noche nadie se descalzó, aquella noche todos seguimos escuchando en nuestras camas a la cubertería.

- (No le busquén sentido al grupo musical, una cuchara solo canta cuando busquen el concierto en sus respectivos pensamientos).

Pd : Al tenedor, al cuchillo y a la servilleta los podran ver en riguroso directo real.

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